jueves, 14 de febrero de 2019

De muertes, despedidas y vida...





Tantos recuerdos de tanto fallido o simplemente disfuncional, hasta aquellos de ausentes abrazos del núcleo llamado familia. ¿Cuál? Poca familia, que por poca que me sea hasta con quienes nos adoptamos, allí vamos día tras día.



De tanto que a veces no sé por dónde empezar, habiendo sido trofeo para una supuesta familia, trofeo para relaciones y/o romances pasados, en esos diversos narcisismos, mi padre hubiera ido a cada una de las inauguraciones de las exposiciones que tuve y encima hubiera armado grandes fiestas por cada exposición. Hubiera sido por el orgullo al premio, no por amor. También hubiera insistido en que tuviera exposiciones estrictamente mías, a lo “solo”, sin necesariamente respetar que en muchos aspectos como ese, lo individualista me es de hastío. En los intentos de muchos de ser como mi padre, no se percatan del daño, quizás nunca tengan la más mínima idea, a lo tipo efecto Dunning-Kruger.


Pese a todo, hasta el 2018 surgen exposiciones “solo”, sin que fuese mi iniciativa, sino de un Colectivo, el Arrancacebollas. Simple y sencillamente coincidimos en una humana colaboración.





Allí hubiera estado mi padre celebrando al que primero que se le graduó en la universidad, que anteriormente fue su orgullo por graduarse tan joven del “high school”, que antes de eso le proveía a la familia varios premios en natación, algunos a nivel nacional... El "junior", el "Arturito", el "ese es MI hijo". Ese, ese mismo al que por la distancia le prohibieron irse a Australia para retomar sus sueños de biología marina. Ni modo. Si él se hubiera enterado de que hay varios libros en los que aparecen fotos mías, entonces hubiera insistido él mismo en publicarme los libros que "se me antojaran", solo por nutrir a su trofeo, por no decir para que se le inflara el ego. Sí, así era su narcisismo. No era amor, porque no recuerdo abrazo alguno de él, medio abrazos sí, si es que eran abrazos, pero no amor, solo supuesto orgullo. 





De cualquier forma, se me hace de que yo me hubiera distanciado más y más, como en tantas otras ocasiones en las que si yo no fingía demencia, me autoboicoteaba. Vaya aprendizaje, tanto fue lo dañino en mi niñez y mi adolescencia que hasta yo mismo trataba de obligarme a encajar en esos ámbitos, contextos, coyunturas, o como quieran llamarle. Mi mejor maestro en autoboicotearme siempre fue mi supuesto núcleo familiar, para lo cual, podría decirse que hasta un par de pos-doctorados podría ya adquirir en esa dinámica.

Desde la muerte de mi padre, el exilio se ha seguido dando a tal punto de que le perdí noción a tanto de aquel violento núcleo familiar. Lo que no sé si entiendo es si fui exiliado por envidias, celos, reproches, caprichos, o qué. Pero, obviamente no fue por amor. En el amor realista, no debe, ni tiene por qué, ni para qué, existir ningún tipo de violencia. Algo así como bien lo dijo Isaac Asimov: "La violencia es el último recurso del incompetente." Es algo con lo que sigo batallando, que ojalá algún día logre terminar de erradicar, así continuando una nueva construcción humana.



Pese a los pasos lentos, evolucionando poco a poco, hay avances, pues despedirme de personas dañinas, aunque no ha sido fácil, he tenido que hacerlo por salud y amor propio. Por supuesto varias despedidas siguen desatando campañas de desprestigio en mi contra (algunas muy taimadas) por esas naturalezas destructivas y depredadoras de esas personas que ya no están en mi vida. "De violencia venimos, allá vamos", dijo alguien alguna vez, sin darse cuenta de que esos esquemas hay que romperlos... (Otra vez el efecto Dunning-Kruger me viene a la mente). Pero, no sé si siento algo de compasión, pena, o lástima, por esas personas, dado que realmente no saben, ni conocen, lo que es el amor, por mucho que argumenten de que sí, que algo saben, o que sí han amado, o que aman al universo, o que el amor es universal, o que el amor lo es todo. El amor sí es sumamente importante, vital, mas no lo es todo.

A todas esas personas se les conoce mejor por la proporción de lo que proyectan y reflejan versus sus acciones congruentes, consistentes, coherentes, sensatas e íntegras. Mientras tanto, pues sigo aprendiendo...




Pocas personas me son saludables en todo aspecto de nuestras vidas, nuestras ilusiones, nuestros sueños, nuestras faltas, nuestros aciertos, nuestras discrepancias, nuestras desilusiones, nuestros desamores, nuestros ausentes, nuestro cariño, nuestros descuidos, nuestros despistes, nuestras imperfecciones, nuestras contradicciones, nuestro aprecio, nuestros abrazos, nuestras coincidencias, nuestro compartir, nuestro todo... Algunas personas sí corremos esos riesgos de abrirnos a la vida, a convivirnos, a convidarnos hasta nuestros corazones... A vivir. El máximo riesgo de la vida es vivirla (seguro que ya alguien lo habrá dicho décadas antes, o siglos antes, o milenios antes... Solo que no sé quién fue).












No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios: