lunes, 31 de agosto de 2020

Imperfecciones...


A veces no sé qué me cuesta más, si mis imperfecciones o cualquier perfección que surgió por puro azar. Trato de no divagar mucho en esos menesteres dicotómicos porque ya es mucho ser imperfecto en un mundo en el que constantemente se exige la perfección cual si fuese pan diario en un contexto sociocultural en el que se come más tortilla que pan. Ni que el pan fuera un lujo. A veces las tortillas son el lujo, porque la batalla del diario vivir radica precisamente en que el hambre no sea mucha. Ya es mucho pedir pan, idealmente, según el gusto, suponiendo que el pan es mejor que la tortilla. No siempre, porque hay personas que sufren de alergias al gluten, por lo que las tortillas les son puramente saludables, a menos que tengan diabetes extrema y/o que también resultaran alérgicas al maíz. No sé, siempre depende de todo eso a lo que muchas personas le llaman contexto. Sin embargo, lo que sí sé es que este mundo te juzga y sentencia más por tus imperfecciones y/o proyecciones que por cualquier otra cosa propia y justamente tuya que con suerte pueda llegar a acercarse a algún tipo de perfección. No saben, por ejemplo, que muchas veces la belleza de la vida radica en el encanto de la naturaleza tal cual, en el intento de mostrar cada matiz natural de la belleza misma, aunque el intento en sí resulte relativo, subjetivo y espectralmente perfecto en su imperfección. De todos modos no importa si fuera a la inversa.





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